A
HUÉRCAL OVERA
Grabado a punta seca sobre plancha plástica, realizado en 2017.
Grabado a punta seca sobre plancha plástica, realizado en 2017.
Más
de una vez me preguntaron a dónde iba y conteste a “Huércal”,
cómo habrán contestado tantas personas. . .
Y
cuando fuimos a Huércal . . . . allí estaba una iglesia grandísima
que, sobresalía por encima de todo y, delante a ella, esa glorieta
que preside la escultura del Cura Valera; o esa palmera americana,
que se alza como un vigía sobre toda la obra del hombre.
Y
eso, es inseparable del inicio de la Calle del Arco, una de las
arterias importantes de aquella Huércal que, comunicaba con Murcia y
Almería, por sendos puentes. El puente de San Isidro, cuyo templete
desapareció, que carga sobre sí la Nacional 340; y el puente
Parias, por el que llegaba la mayoría de los alumnos del Instituto.
Sobre
el primer puente y el elevado precipicio, se levanta imponente esa
torre, símbolo y recuerdo de un pasado no olvidable. Y sobre el
segundo puente, dibujamos el Molino del Castillo, su
cubo y el
acueducto.
Por
atrás, las sierras y los cerros del Almagro, un apunte de la moderna
carretera y la nostalgia de un tren desmantelado.
El
cielo, inicialmente lo conformaban unos borrones,
así que lo llenamos de símbolos y recuerdos, a fin de honrar a
nuestro estimado Florián. La palmera de vellones, hace alusión a la
eterna necesidad del agua; los
rostros
juxtapuestos a la fraternidad, el avión con vela, al grave accidente
de Palomares. Las flores, las lleva como ofrenda un ser mitológico,
mientras el otro, de la misma naturaleza, lleva la corona de laurel,
con la que se distinguía a los héroes y las gestas de personas.
En
el ángulo superior derecho, por los sentimientos, hago uso del
símbolo de infinito, e incluyo algunos anillos en referencia a las
olimpiadas, o quizá por el deporte, acto para muchos compañeros.
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