martes, 19 de diciembre de 2017

A Huércal-Overa 2017




A HUÉRCAL OVERA

     Grabado a punta seca sobre plancha plástica, realizado en 2017.
Más de una vez me preguntaron a dónde iba y conteste a “Huércal”, cómo habrán contestado tantas personas. . . 

     Y cuando fuimos a Huércal . . . . allí estaba una iglesia grandísima que, sobresalía por encima de todo y, delante a ella, esa glorieta que preside la escultura del Cura Valera; o esa palmera americana, que se alza como un vigía sobre toda la obra del hombre.

     Y eso, es inseparable del inicio de la Calle del Arco, una de las arterias importantes de aquella Huércal que, comunicaba con Murcia y Almería, por sendos puentes. El puente de San Isidro, cuyo templete desapareció, que carga sobre sí la Nacional 340; y el puente Parias, por el que llegaba la mayoría de los alumnos del Instituto.

     Sobre el primer puente y el elevado precipicio, se levanta imponente esa torre, símbolo y recuerdo de un pasado no olvidable. Y sobre el segundo puente, dibujamos el Molino del Castillo, su cubo y el acueducto.

     Por atrás, las sierras y los cerros del Almagro, un apunte de la moderna carretera y la nostalgia de un tren desmantelado.

     El cielo, inicialmente lo conformaban unos borrones, así que lo llenamos de símbolos y recuerdos, a fin de honrar a nuestro estimado Florián. La palmera de vellones, hace alusión a la eterna necesidad del agua; los rostros juxtapuestos a la fraternidad, el avión con vela, al grave accidente de Palomares. Las flores, las lleva como ofrenda un ser mitológico, mientras el otro, de la misma naturaleza, lleva la corona de laurel, con la que se distinguía a los héroes y las gestas de personas.

     En el ángulo superior derecho, por los sentimientos, hago uso del símbolo de infinito, e incluyo algunos anillos en referencia a las olimpiadas, o quizá por el deporte, acto para muchos compañeros.

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